Historias del “no ver, no oír ni hablar”
“El tránsito es a la distancia, lo mismo que la
palabra al silencio. GF
(citado por Ángeles Sánchez).
Días pasados, me topé con una de esas señoras que
hacen el “tour” de los talleres de autoestima o similar. El perfil clásico que
se puede encontrar por aquí o en cualquier lugar.
Venía muy “desilusionada” con el “stage” de 3 días en
un convento a las afueras de la ciudad, en convivencia plena con las monjas de la institución,
reciclada en tallería para ofrecer
cursos de “crecimiento”, de esos “all´uso” y… nada baratos.
Quien lo hacía, a más de monje, era doctor en muchas
cosas. La señora supuso con “razón” que tal personaje tendría mucho que decir y
por consecuente ella, mucho que aprender, una “razón” que sin duda motivó
también a las otras cursantes.
-“Fue muy amable
y efusivo en darnos la bienvenida, agregando que también era despedida. Pero lo
que siguió diciendo, fue lo que nos impactó.”
Una vez de aclarar la hoja de instrucciones y
servicios y recalcar que a todo momento si necesario, las monjas estaban a la
entera disposición, incluso en las habitaciones individuales en que se
alojaban, les espetó con lo siguiente:
“Deberéis permanecer completamente calladas durante
toda vuestra estancia aquí. Es decir, NO HABLAR ni con las compañeras, ni con las
monjas o el personal, tampoco lo podrán hacer conmigo, porque yo… no estaré.”
Y así pasaron los 3 días. En el comedor, ponían en un plato común lo que no les gustaba de
comer y si querían repetir, le hacían señales a la monja asistenta y en los
bancos del silencioso parque conventual,
no tenían más remedio que “dialogar” con un libro o envidiar el trino de los
pájaros, “tuteladas” a todo momento por monjitas que tal como les dijo el
monje: si necesario, están a vuestra entera disposición.
De toda la experiencia, no fue la única que se quedó “desilusionada”, otras se sintieron estafadas, haber perdido el tiempo y así por el estilo.
De toda la experiencia, no fue la única que se quedó “desilusionada”, otras se sintieron estafadas, haber perdido el tiempo y así por el estilo.
Para cumplir con la Ley de Polaridad, no más salir el
domingo tarde, todas se fueron a un restaurán, todas ¡por fin! avisando por el
móvil que todo fue bien y llegarían…un poco tarde. Desde luego a la Ley de
Polaridad le tocó un trabajo extra.
Lo acertaron, ¡Bingo!
El curso se acaba de repetir por 2ª vez.